Las condiciones, la bomba de tiempo
La indiferencia, el detonante
Las Victorias, Gerardo Barrios y Viuda de Alas son comunidades que conforman uno de los asentamientos humanos más grandes en la zona metropolitana de San Salvador. Es el Gigante de Soyapango, ubicado frente a la calle más transitada del municipio: el Boulevard del Ejército.
Este asentamiento es símbolo de exclusión y prueba del incremento de la pobreza urbana. En estos últimos dos años, desde que llegaron los primeros habitantes, ha sido testigo de la peligrosa indiferencia de los salvadoreños que es capaz de ignorar 26 manzanas (269,428.4 m2) de pobreza.
El Gigante alberga 996 viviendas de lámina, cartón y plástico ―que con las lluvias hacen filtrar el agua― situadas en medio de las zonas industriales más importantes del país. En ellas habitan 1,213 niños de los cuales un 40% está en edad escolar o no asiste a la escuela3. ¿No es eso alarmante? ¿Qué evita que los salvadoreños nos sensibilicemos ante una realidad tan cruda como ésta?
Hagamos un pequeño análisis. Este asentamiento consta de 26 manzanas que están en medio de dos de las más peligrosas colonias de Soyapango (que es uno de los 20 municipios más violentos4), en él viven 2,719 habitantes5 bajo condiciones infrahumanas; entre ellos hay 312 madres solteras con un ingreso promedio de $171.59 (el ingreso promedio familiar de todo el asentamiento es de $198.70) y se debe recordar al 40% de los niños en edad escolar que no asiste a la escuela. Al unir todo esto el Gigante se convierte en una bomba de tiempo que en algún momento explotará y volverá un hervidero de violencia, a menos que nosotros provoquemos y seamos parte de una solución.
Sigamos con el análisis: en La Propuesta de un Programa de Pobreza Urbana para El Salvador desarrollado por el PNUD ―que es la nueva línea de acción social del Gobierno― no se califica a este asentamiento dentro de los primeros 500 más precarios. Esto nos dice que si la sociedad no se une y actuamos en conjunto con los pobladores del asentamiento, esta comunidad seguirá creciendo y más niños y niñas tendrán un futuro que contribuirá a que el ciclo de la pobreza se siga reproduciendo.
Cabe recordar que todo trabajo y proyecto que se desarrolle debe tener cómo principal objetivo aportar al desarrollo de la comunidad, sin embargo nunca debe opacar la presencia del Gobierno local ni central, sino que debe invitar, denunciar y exigir su participación.
Los jóvenes universitarios de la UCA, ESEN, Mónica Herrera y Don Bosco han tomado la batuta. Su indignación ante tan impactante realidad se tradujo en la respuesta más breve: la acción. Se unieron y coordinaron en conjunto con la comunidad que vive en este lugar de Soyapango, dando como resultado una jornada médica en la que se atendieron 816 casos y un curso en electricidad de Instalación Domiciliar en la que actualmente participan 45 pobladores y cuyo instructor es un joven estudiante.
Tal como esos jóvenes, los demás voluntarios no descansaremos hasta que la última de las 996 familias haya superado sus condiciones de exclusión y pobreza, y para ello involucraremos a todas las personas e instituciones que sean necesarias.
En el Gigante de Soyapango la indiferencia es el detonante y la acción urgente es la expresión más humana ante tan terrible realidad. Nosotros somos la lluvia que apaga el incendio, la mano amiga que rescata el futuro de los niños y las niñas. Levantémonos, actuemos, provoquemos el cambio.
Porque el paso de la indiferencia a la acción es la voluntad.
La indiferencia, el detonante
Las Victorias, Gerardo Barrios y Viuda de Alas son comunidades que conforman uno de los asentamientos humanos más grandes en la zona metropolitana de San Salvador. Es el Gigante de Soyapango, ubicado frente a la calle más transitada del municipio: el Boulevard del Ejército.
Este asentamiento es símbolo de exclusión y prueba del incremento de la pobreza urbana. En estos últimos dos años, desde que llegaron los primeros habitantes, ha sido testigo de la peligrosa indiferencia de los salvadoreños que es capaz de ignorar 26 manzanas (269,428.4 m2) de pobreza.
El Gigante alberga 996 viviendas de lámina, cartón y plástico ―que con las lluvias hacen filtrar el agua― situadas en medio de las zonas industriales más importantes del país. En ellas habitan 1,213 niños de los cuales un 40% está en edad escolar o no asiste a la escuela3. ¿No es eso alarmante? ¿Qué evita que los salvadoreños nos sensibilicemos ante una realidad tan cruda como ésta?
Hagamos un pequeño análisis. Este asentamiento consta de 26 manzanas que están en medio de dos de las más peligrosas colonias de Soyapango (que es uno de los 20 municipios más violentos4), en él viven 2,719 habitantes5 bajo condiciones infrahumanas; entre ellos hay 312 madres solteras con un ingreso promedio de $171.59 (el ingreso promedio familiar de todo el asentamiento es de $198.70) y se debe recordar al 40% de los niños en edad escolar que no asiste a la escuela. Al unir todo esto el Gigante se convierte en una bomba de tiempo que en algún momento explotará y volverá un hervidero de violencia, a menos que nosotros provoquemos y seamos parte de una solución.
Sigamos con el análisis: en La Propuesta de un Programa de Pobreza Urbana para El Salvador desarrollado por el PNUD ―que es la nueva línea de acción social del Gobierno― no se califica a este asentamiento dentro de los primeros 500 más precarios. Esto nos dice que si la sociedad no se une y actuamos en conjunto con los pobladores del asentamiento, esta comunidad seguirá creciendo y más niños y niñas tendrán un futuro que contribuirá a que el ciclo de la pobreza se siga reproduciendo.
Cabe recordar que todo trabajo y proyecto que se desarrolle debe tener cómo principal objetivo aportar al desarrollo de la comunidad, sin embargo nunca debe opacar la presencia del Gobierno local ni central, sino que debe invitar, denunciar y exigir su participación.
Los jóvenes universitarios de la UCA, ESEN, Mónica Herrera y Don Bosco han tomado la batuta. Su indignación ante tan impactante realidad se tradujo en la respuesta más breve: la acción. Se unieron y coordinaron en conjunto con la comunidad que vive en este lugar de Soyapango, dando como resultado una jornada médica en la que se atendieron 816 casos y un curso en electricidad de Instalación Domiciliar en la que actualmente participan 45 pobladores y cuyo instructor es un joven estudiante.
Tal como esos jóvenes, los demás voluntarios no descansaremos hasta que la última de las 996 familias haya superado sus condiciones de exclusión y pobreza, y para ello involucraremos a todas las personas e instituciones que sean necesarias.
En el Gigante de Soyapango la indiferencia es el detonante y la acción urgente es la expresión más humana ante tan terrible realidad. Nosotros somos la lluvia que apaga el incendio, la mano amiga que rescata el futuro de los niños y las niñas. Levantémonos, actuemos, provoquemos el cambio.
Porque el paso de la indiferencia a la acción es la voluntad.
Gerardo Calderón
Director Social
Un Techo para mi País El Salvador
gcalderon@untechoparamipais.org
Director Social
Un Techo para mi País El Salvador
gcalderon@untechoparamipais.org
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